Queda La Música

La Nostalgia y la Eternidad en 'Queda La Música' de Luis Eduardo Aute

La canción 'Queda La Música' de Luis Eduardo Aute es una profunda reflexión sobre el paso del tiempo y la transformación de las relaciones humanas. A través de una fotografía, el narrador evoca recuerdos de una juventud compartida, marcada por la timidez y la risa. La imagen fija un momento que, aunque tangible en el papel, se siente distante y casi irreal. La fotografía se convierte en una metáfora de la memoria, que aunque preserva instantes, no puede capturar la esencia completa de lo vivido. La alquimia mencionada sugiere la transformación de esos recuerdos en algo diferente, casi mágico, pero también engañoso, ya que lo que queda en el papel no es más que una ilusión de lo que fue.

A medida que la canción avanza, Aute profundiza en la idea de que el tiempo pasado no pertenece realmente a los protagonistas. Los recuerdos de la pasión y la intensidad de su relación se desvanecen, y lo que queda son dos extraños que han cambiado tanto que apenas se reconocen. La metáfora del volcán de fuegos insumisos representa la pasión desbordante que alguna vez los unió, pero que ahora parece un abismo insalvable. La transformación de los 'niños de la fotografía' en 'asesinos' de su propia inocencia y amor juvenil es una poderosa imagen de cómo el tiempo y las circunstancias pueden erosionar incluso los lazos más fuertes.

Sin embargo, a pesar de la pérdida y la transformación, Aute encuentra consuelo en la música. La frase 'queda la música' se repite como un mantra, sugiriendo que aunque todo lo demás cambie y se desvanezca, la música permanece como un testigo eterno de esos momentos. La música se convierte en un refugio, un lugar donde los recuerdos pueden vivir y donde la esencia de lo que una vez fue puede ser preservada. En este sentido, la canción es tanto una elegía por el tiempo perdido como una celebración de la capacidad de la música para trascender el tiempo y el espacio, manteniendo viva la memoria de lo que una vez fue.